viernes, 2 de noviembre de 2007

Carta de un padre a un hijo!

Amado hijo: El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, tenme paciencia. Recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.
Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras y sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer, haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niña te ayude y estuve pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.
No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona.
Acuérdate que fui yo quien te enseño tantas cosas. Comer, vestirte y como enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuánto puedo y cuando no debo.
También comprende que con el tiempo, ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.
Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar.........dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.
Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuanto te ame.
Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.
Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer.
Piensa entonces que con este paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.
No te sientas triste, enojado o impotente por verme así. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.
De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.
Atentamente.

1 comentario:

neska dijo...

Es dificil explicar cuan poco ajena resulta esta historia para mi y para tanta otra gente que vive día a día convive con gente que ya no conoce, que se le hacen ajenos por las incertidumbres de la edad y la complegidad indescifrable del ser humano.
Hemos conseguido aumentar la esperanza de vida, retar a la propia muerte pagando por ello un precio que quizá no merezca la pena, la ignorancia del reconocimiento de nuestra propia vida, la ausencia de carácter, la pasividad, inutilidad y hasta la desdicha de nuestra condición, castigando con ellos a aquella gente a la que más quisimos y causándoles tanto dolor como un día sentimos.
Es dificil imaginar lo duro que resulta ver que la persona con la que has pasado los últimos 43 años de tu vida olvide de repente quien eres, como te conoció, y sin embargo llores al ver que aún se acuerda de la primera canción que bailó contigo, o cual era tu fruta favorita, la que traía todos los domingos al visitarte a la vez que te decía:"de domingo a domingo te vengo a ver, cuando será domingo para volver". Es más triste aún cuando ves que esa persona a la que tanto amó, se pasa las horas encerrada en una habitación porque no lo quiere ver, porque le grita, le pega, la odia, pero todo es porque no quiere que lo vea así, aunque no haya manera de explicarselo a ella ni modo de que lo entienda o lo acepte, y no puedes culparla, no sabes cuan dificil es.

No puedes intentar enseñarle, porque no quiere, sabe que no puede y prefiere hacerte creer que no te quiere a ver como sufres por él. Pero sufres porque es tu abuelo y lo sigues queriendo como cuando de niña te llevaba al parque y te columpiaba una y otra vez, aunque te pararas a propósito, como cuando aparecía en navidad con un 850 verde desde el fonde de la calle después de dos meses sin verlo y te traía el regalo más bonito del mundo envuelto en un caluroso abrazo. Lo sigues queriendo porque era el que te contaba las historias por las noches, quien te hacía un sitio en la cama aunque sabía que no pararías de dar vueltas en toda la noche y quien te cubría delante de tu madre cuando querías coger un trozo más de tarta. lo querías, porque aunque el ya no lo sepa, o supiera, seguía siendo tu abuelo.
Pero sin duda, sin ninguna duda, los peores momentos son cuando se da cuenta de lo que pasa, y tu sientes que es la persona más desdichada del mundo por darse cuanta de que ya no es quien solía ser, quien le daba besos a mi abuela en la mesa, quien hacía los puzzles una y otra vez solo por estar conmigo y que ahora no sabía ni para que servían las piezas, quien me daba caramelos a escondidas y que ahora ya no sabía ni abrirlos. Te das cuenta de que toda la experiencia de su vida, todas las historias que ha vivido y que ya no te puede contar han quedado ocultas en una cueva de su recuerdo a la que nunca más podrá ni siquiera acercarse. Pero sabes que lo quieres, que lo querras siempre, aunque no te recuerde.
Y sentirás el mayor dolor de tu vida cuando por primera vez en mucho tiempo, y por desgracia, también por última te llame como lo hacía desde que eras pequeña y te ruegue con lágrimas en los ojos postrado en la cama que no te apartes nunca de su lado. Y tu... como lo vas a dejar si él nunca te ha dejado a ti? Te quería, aunque ya no lo sepa, pero tu, tu si lo sabes.